Las sociedades democráticas atraviesan múltiples desafíos políticos, económicos, sanitarios y ambientales. Generalmente es difícil construir respuestas ampliamente consensuadas a estos. Sin embargo, es fácil (e ilusorio) proponer soluciones del tipo fórmula mágica para resolver los problemas. A veces la respuesta que algunos sugieren es confiar en líderes autoritarios (usualmentehombres fuertes) que superen las trabas institucionales. En otras ocasiones, la respuesta es más democrática: implementar reformas electorales.
La solución electoral es intuitiva. En democracia, las personas legisladoras, las autoridades locales y –en sistemas presidenciales y semipresidenciales– la cabeza del Ejecutivo son elegidas popularmente. Si estas personas seleccionadas no siguen el comportamiento deseado, es lógico pensar que al cambiar las reglas con las que se eligen cambiaríamos el comportamiento.
La ciencia política ha dedicado bastantes esfuerzos a desentrañar la relación entre reglas electorales y comportamiento político. Sin embargo, distamos mucho de contar con leyes científicas. Ni siquiera los postulados más conocidos, las proposiciones de Duverger, alcanzan este estatus.
La principal razón por la cual es difícil determinar los efectos de los sistemas electorales es la imposibilidad de conducir experimentos controlados. Idealmente, podemos imaginar dos países idénticos en todo. A uno de ellos le aplicamos una reforma: por ejemplo, para la elección de legisladores, pasar de listas cerradas (confeccionadas por partidos) a listas abiertas (confeccionadas por las personas votantes que escogen entre la oferta de distintos partidos). Podríamos comparar los resultados del país con tratamiento vs. el país control sin él. Esto es, evidentemente, imposible. No hay países idénticos en todo ni tampoco podemos asignar sistemas electorales para un estudio.
Sí podemos evaluar cambios dentro de un país, como en Honduras, por ejemplo. Pero nos queda la duda de cuánto el efecto es un resultado de las condiciones propias de cada país: trayectoria histórica, cultura política y demás. Podemos también estudiar múltiples países y hacer comparaciones cualitativas y cuantitativas. Pero los sistemas electorales son realmente creativos y nos enfrentamos con variaciones en el número de circunscripciones y de escaños, las fórmulas para repartir los cargos (cuotas y divisores), los umbrales, la estructura de la papeleta, los ranqueos y las combinaciones de todos los anteriores elementos. Esta amplia diversidad –relativa al número finito de países que observamos– hace que las inferencias sean más débiles de lo que quisiéramos.
En Costa Rica muchas personas desearían que las listas no fueran cerradas sino abiertas (otra posibilidad que no siempre se comenta es marcar preferencias dentro de la lista del partido, es decir, ranquear las candidaturas de la lista partidaria). Hace un tiempo hice un hilo al respecto con algunas precisiones. Para el contexto costarricense, mi advertencia principal es: si creen que los partidos ya son débiles y poco cohesionados, con las listas abiertas esto se magnificaría.
Hablemos un poco sobre listas abiertas.
Hay dos (amplios) tipos de listas abiertas. En el primero, las personas votan listas de partidos y pueden indicar preferencias de candidaturas dentro del partido, ranqueando o escogiendo. 1/
Y esta es la principal consideración que subrayo respecto a la ingeniería electoral: cambiar un elemento X para esperar un cambio en Y, tiene efectos secundarios en Z.
Por ejemplo, aumentar el tamaño de la Asamblea Legislativa podría favorecer la especialización de las personas legisladoras en comisiones, como se ha sugerido. Pero también se esperaría que aumente el número de partidos con representación parlamentaria, ya que cuantos más escaños existen, más fácil es obtenerlos.
Asimismo, las listas abiertas son tentadoras en una era donde los partidos decepcionan. Pero una Z –un efecto secundario– son los costos informativos y cognitivos para las personas votantes. En otras palabras, escoger candidatos y candidatas es más difícil que escoger partido. El caso de Honduras, nuevamente, es útil.
But when the M is large, as in Cortes (M=20) or Francisco Morazán (M=23), ballots become massive and choice difficult!
In those places, voters choose their top *20* and *23* candidates, respectively. Quite daunting as that M increases. pic.twitter.com/kaOhmPaks1
¿Cuál es la Z en este caso? El 20% facilitaría ganar en primera ronda, disminuyendo la probabilidad de una segunda ronda. Esto resulta problemático porque implica que la presidencia responde a una mayoría simple (pluralidad) y no a una mayoría absoluta (mitad más uno) que exige una segunda ronda. Menos votos respaldan a la fórmula ganador, lo cual, en términos de legitimidad democrática, no es deseable.
Sin embargo, nótese que ganar con pocos votos ya es posible. Cuanto menor es la participación electoral (porcentaje de personas que votan), menor el porcentaje de votos que respalda al ganador, incluso con niveles altos de apoyo. Con números simples, se puede ganar con el 60%, pero si solo votó el 40%, el respaldo es 0.6*0.4= 24% del padrón electoral.
Un problema –a mi juicio– más grave de bajar el umbral es que la fórmula presidencial no refleje bien las preferencias del electorado. En teoría de juegos, se denomina ganador Condorcet a aquella opción que le gana a todas las demás. Se dice que la segunda ronda favorece encontrar esta opción Condorcet, aunque no necesariamente la garantiza. Bajar los umbrales a 20% o incluso a 0% (recuérdese que países como Honduras, México, Paraguay y Panamá no tienen segunda ronda y en ellos gana la opción con más votos en primera) reduce la posibilidad de obtener este ganador Condorcet.
En términos de representación democrática no veo bien esta propuesta. La 2º ronda con umbral de 40% no es perfecta porque no garantiza un resultado óptimo (ganador Condorcet) pero sí lo hace más probable que con umbrales menores y con pluralidad (gana el partido con + votos). https://t.co/NKipglkx9c
Esta formalidad teórica del ganador Condorcet no excluye los problemas de legitimidad —el caso de México en 2006 es ejemplificante. Es además otra ilustración de que las reformas electorales, si bien pueden promover cambios deseados, tienen externalidades no siempre consideradas.
Estamos a un año de las elecciones presidenciales y legislativas de 2022 en Costa Rica. Puede que esto les fomente interés, horror o una combinación de ambos sentimientos. De cara a este acontecimiento, ofrezco aquí una breva propuesta de lecturas para entender mejor los procesos electorales y repasar lo que se ha escrito sobre Costa Rica. Aclaro que este no es un estado de la cuestión exhaustivo. Es más cercano al programa de un curso, hecho a gusto propio para el público general (tal vez cansado de leer sobre COVID-19) o bien para personas con estudios en ciencia política pero cuyos intereses estén en otras áreas (aunque a veces no parezca, en ciencia política no somos todólogos y todólogas que podemos discutir de cualquier tema, sino que tenemos nuestras especialidades).
Para empezar, ¿por qué la gente vota? En este artículo, el politólogo André Blais reseña la literatura, exponiendo con claridad lo que se sabe – y lo que no – alrededor de las distintas variables que influyen en la participación electoral: instituciones (sistemas electorales), actores (sistemas de partidos), contexto (economía).
Como la reseña de Blais tiene ya algunos años, puede actualizarse con este metaanálisis.
Cancela, João y Benny Geys (2016). Explaining voter turnout: A meta-analysis of national and subnational elections. Electoral Studies 42: 264-275. https://doi.org/10.1016/j.electstud.2016.03.005
Los anteriores artículos discuten los factores influyentes en las tasas de participación de un país (cuánto se participa). Pero existen también variables a nivel individual (quién participa). Otra vez Blais (en autoría con Christopher Achen) presenta un modelo simple y poderoso para explicar por qué la gente vota basado en la combinación de deber y preferencia.
Un metaanálisis útil sobre los factores que influyen en la participación electoral a nivel individual es el Kaat Smets y Carolien van Ham.
Smets, Kaat y Carolien van Ham (2013). The embarrassment of riches? A meta-analysis of individual-level research on voter turnout. Electoral Studies 32(2): 344-359. https://doi.org/10.1016/j.electstud.2012.12.006
Esta investigación concluye que los factores estructurales que se observan en otros países influyen también en CR: a menor estatus socioeconómico, menor probabilidad de votar. Además, sostiene que el descenso en diez puntos porcentuales en la participación de 1998 proviene de la convergencia entre las plataformas de PLN y PUSC. Si los partidos ofrecen lo mismo, ¿de qué sirve votar si no hay nada que escoger? (Un argumento esbozado originalmente por Anthony Downs, por cierto).
Este puede complementarse con el estudio de Ronald Alfaro sobre los ciclos vitales de votación (jóvenes y adultos mayores votan menos que adultos de edades intermedias) y el hábito como refuerzo del comportamiento (del voto o de la abstención).
Alfaro-Redondo, Ronald (2014). Lifecycle changes and the activation of habitual voting: The case of Costa Rica. Electoral Studies 35: 188-199. https://doi.org/10.1016/j.electstud.2014.06.003
Volviendo a la perspectiva comparada, un libro importante que analiza (aunque también generaliza demasiado) las transformaciones que experimentan muchas democracias es Parties without Partisans editado por Russell J. Dalton and Martin P. Wattenberg (2000, Oxford University Press). Resulta útil para tener presente que lo observado en Costa Rica no es exclusivo de este país. Más bien, sigue tendencias de muchas democracias consolidadas: la ya mencionada menor afluencia electoral, el desapego de la ciudadanía con los partidos, la creciente fragmentación partidaria y el mayor apoyo político a terceras opciones.
Para profundizar los cambios en el electorado costarricense, pueden revisarse los trabajos de Ciska Raventós y de Fernando Sánchez (este último muy inspirado en Parties without Partisans).
Raventós Vorst, Ciska (2008). Lo que fue ya no es y lo nuevo aún no toma forma: elecciones 2006 en perspectiva histórica. América Latina Hoy 49: 129-156. https://doi.org/10.14201/alh.2036
Sánchez Campos, Fernando (2003). Cambio en la dinámica electoral en Costa Rica: un caso de desalineamiento. América Latina Hoy 35: 115-146. https://doi.org/10.14201/alh.7378
Estos dos categorizan el caso costarricense como uno de desalineamiento. Pero un reciente estudio más bien argumenta un proceso de realineamiento (en particular, alrededor del PAC).
Perelló, Lucas y Patricio Navia (2021). Abrupt and Gradual Realignments: The Case of Costa Rica, 1958–2018. Journal of Politics in Latin America 13(1): 86-113. https://doi.org/10.1177/1866802X20967733
las personas votan según los grupos sociales a los que pertenecen;
se retrasa la decisión del voto cuando las personas votantes tienen bajo interés y presiones contradictorias (por ejemplo, cuando les gusta el candidato pero no su programa);
los medios de comunicación ejercen un efecto mínimo en el cambio de preferencias y tienden más bien a activar y reforzar predisposiciones;
la exposición a información es selectiva: se tiende a consumir aquello que refuerza lo que se cree de antemano.
En la misma línea, sugiero el artículo de Harold Clarke y colegas sobre la elección de 2012 en EEUU. Pareciera una selección muy idiosincrática (¿quién piensa todavía en la elección de Obama vs. Romney?), pero presenta (a mi gusto) una combinación impecable de perspectivas teóricas sobre el voto, contexto y análisis estadístico.
Aunque la democracia es longeva en Costa Rica, los estudios electorales empíricos están subdesarrollados en comparación con su edad. Ciertamente se han realizado múltiples análisis sobre caudales electorales a nivel cantonal, por ejemplo. Pero, por sus limitaciones metodológicas, estos dicen poco sobre el comportamiento individual.
Desde la década de 1970, el politólogo estadounidense Mitchell Seligson, en cooperación con el estadístico Miguel Gómez, propulsó el estudio de la cultura política a través de encuestas, iniciando en Costa Rica y expandiéndolo a la región. Actualmente el proyecto se llama Latin American Public Opinion Project. Sin embargo, no existe en Costa Rica un proyecto con una trayectoria similar, por ejemplo, al American National Election Studies de Estados Unidos que acumula encuestas desde 1948.
Afortunadamente los mencionados cambios desde 1998 relanzaron los estudios de electorales. Por ejemplo, inician las colaboraciones de investigación entre el Tribunal Supremo de Elecciones y la Universidad de Costa Rica para realizar encuestas nacionales. Pese a los valiosos esfuerzos realizados, siempre quedan preguntas pendientes, sobre todo porque cada nueva elección, debido a sus particularidades, ofrece una nueva interrogante.
Sobre elecciones particulares en Costa Rica quiero mencionar la siguiente lista – repito – no exhaustiva.
Elección de 2006
Alfaro Redondo, Ronald (2006). Elecciones nacionales 2006 en Costa Rica y la recomposición del sistema de partidos políticos. Revista de Ciencia Política 26(1): 125-137. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2006000100007
Bou Valverde, Zetty (2008). Resultados electorales ajustados: El caso de Costa Rica, elecciones presidenciales 2006. Revista de Derecho Electoral 5: 1-23.
Raventós Vorst, Ciska (2008). Lo que fue ya no es y lo nuevo aún no toma forma: elecciones 2006 en perspectiva histórica. América Latina Hoy, 49, 129-155.
Salom Echeverría, Roberto (2006). Balance y perspectivas de las elecciones del 2006 en Costa Rica. Revista Reflexiones 85(1-2): 11-25.
Elección de 2010
Alfaro Redondo, Ronald (2010). Elecciones nacionales 2010 en Costa Rica: una mujer al mando sesenta años después. Revista de Ciencias Sociales 130: 101-115. https://doi.org/10.15517/rcs.v0i130.4157
Brenes Villalobos, Luis Diego (2010). Elecciones 2010: Transformaciones inconclusas del sistema de partidos en Costa Rica. Revista de Derecho Electoral 10: 1-20.
Raventós Vorst, Ciska, Marco Fournier Facio, Diego Fernández Montero y Ronald Alfaro Redondo (2012). Respuestas ciudadanas ante el malestar con la política: salida, voz y lealtad. San José: IFED. http://ride.tse.go.cr/handle/123456789/2344
Villarreal, Evelyn y Steffan Gómez (2010). Costa Rica 2009: enfrentando la crisis internacional en plena campaña electoral. Revista de Ciencia Política 30(2): 275-296. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2010000200006
Elecciones de 2014
Alfaro Redondo, Ronald y Steffan Gómez Campos (2014). Costa Rica: elecciones en el contexto político más adverso arrojan la mayor fragmentación partidaria en 60 años. Revista de Ciencia Política 34(1): 125-144. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2014000100006
Araya Alpízar, Carlomagno (2015). Análisis estadístico del abstencionismo en las elecciones presidenciales de Costa Rica, 2014. Revista De Ciencias Económicas 33(1): 75-87.
Fuchs, Gustavo (2020). ¿ Campaña del miedo? Agenda temática y opinión pública en las elecciones presidenciales del 2014 en Costa Rica. Anuario de Estudios Centroamericanos 46: 489-530.
Nicolás Jiménez, Yagnna, Edwin Alvarado Mena, Jeff Rodríguez Alvarado y Allan Abarca Rodríguez (2015). Las promesas electorales de los candidatos a la presidencia de la República de Costa Rica, divulgadas en medios de prensa escrita, 2014. Revista de Ciencias Sociales 147: 15-26. https://doi.org/10.15517/rcs.v0i147.19790
Pignataro, Adrián y María José Cascante (2018). Los electorados de la democracia costarricense. Percepciones ciudadanas y participación en torno a las elecciones nacionales de 2014. San José: IFED. http://ride.tse.go.cr/handle/123456789/2323
Rosales Valladares, Rotsay (2016). Elecciones Costa Rica 2014: el aparente giro hacia el progresismo de izquierda mediante el triunfo del partido acción ciudadana y el ascenso del Frente Amplio. Anuario Centro de Investigación y Estudios Políticos 6: 155-175. https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/ciep/article/view/26100
Treminio Sánchez, Ilka (2016). El PAC al poder: elecciones 2014 y los principales cambios en el sistema político costarricense. Península 11(1): 103-126. https://doi.org/10.1016/j.pnsla.2016.01.005
Alfaro Redondo, Ronald (ed.) (2021). Participación y política electoral : nuevas miradas a las elecciones 2018 en Costa Rica. San José: Tribunal Supremo de Elecciones.
Alfaro Redondo, Ronald y Felipe Alpízar Rodríguez (eds.) (2020). Elecciones 2018 en Costa Rica: retrato de una democracia amenazada. San José: PEN. http://hdl.handle.net/20.500.12337/7969
Álvarez Garro, Laura (2021). Imaginarios, subjetividades y democracia : estudios sobre el proceso electoral del 2018 en Costa Rica. San José: Centro de Investigación y Estudios Políticos.
Carazo, Carolina, Ignacio Siles y Larissa Tristán (2021). En palabras de los candidatos. Anuario Centro de Investigación y Estudios Políticos 12: 1-33. https://doi.org/10.15517/aciep.v0i12.43489
Cascante, María José (ed.) (2019). Los límites de la democracia costarricense: Perspectivas feministas de la elección 2018. San José: Colegio de Profesionales en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Programa de Doctorado en Gobierno y Políticas Públicas, Centro de Investigación y Estudios Políticos. http://hdl.handle.net/10669/79800
Chavarría Mora, Elías (2022). Una mirada cantonal mediante estadística espacial al efecto del desarrollo humano sobre el apoyo electoral en la segunda ronda de la elección presidencial de 2018. Revista de Derecho Electoral 33: 81-90. https://doi.org/10.35242/RDE_2022_33_5
Gómez Campos, Steffan y Elías Chavarría Mora (2018). Análisis ideológico y de concreción de los programas de Gobierno en las elecciones 2018. San José: Programa Estado de la Nación. http://hdl.handle.net/20.500.12337/2966
Díaz González, José Andrés y Stephanie Cordero Cordero (2020). Las preferencias del electorado en la segunda ronda presidencial de 2018 en Costa Rica. Un modelo de socialización política. Política y gobierno 27(1): 41-62.
Pignataro, Adrián e Ilka Treminio (2018). Reto económico, valores y religión en las elecciones nacionales de Costa Rica 2018. Revista de Ciencia Política 39(2): 239-263. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2019000200239
Rodríguez, Florisabel, Fernando Herrero Acosta y Wendy Chacón (2019). Anatomía de una fractura. Desintegración social y elecciones del 2018 en Costa Rica. San José: FLACSO.
Rojas Bolaños, Manuel e Ilka Treminio Sánchez (eds.) (2019). Tiempos de travesía. Análisis de las elecciones de 2018 en Costa Rica. San José: FLACSO.
Rosales Valladares, Rotsay (2018). Costa Rica: volatilidad, fragmentación, shock religioso y decisiones de último minuto. En Nuevas Campañas Electorales en América Latina. Montevideo: Fundación Konrad Adenauer.
Siles González, Ignacio (2020). Democracia en digital: Facebook, comunicación y política en Costa Rica. San José: Centro de Investigación en Comunicación, Espacio Universitario de Estudios Avanzados.
Treminio, Ilka y Adrián Pignataro (2021). Jóvenes y el voto por la derecha radical: el caso de Costa Rica. Población & Sociedad 28(2): 101-126.
En esta breve bibliografía comentada me centré en temas de comportamiento político en torno a las elecciones nacionales, pero hay otros aspectos relacionados (sistema electoral, elecciones municipales, representación y género) que merecerían reseña propias.
“Pero ahora creo saber ya qué camino tendríamos que tomar. […] Ahora, en circunstancias extremas, hemos de elegir un camino difícil, un camino imprevisto. Ésa es nuestra esperanza, si hay esperanza: ir hacia el peligro, ir a Mordor. Tenemos que echar el Anillo al Fuego.”
J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos (Libro II.2)
Conversando con amistades sobre política, surge habitualmente un tema con variaciones al discutir la actualidad de Costa Rica: la búsqueda de una solución mágica que (supuestamente) resuelva todos los problemas.
Las personas autoras de este tipo de propuestas no dicen explícitamente que sus propuestas lo resuelvan todo. Creo que ninguna persona es tan ingenua. Sin embargo, usualmente se produce un discurso de optimismo (o, por el contrario, de escepticismo) sobre el efecto que tendría determinada propuesta. Hay una esperanza de que alguien haya encontrado la manera de poner fin a los recurrentes males que los diagnósticos nos señalan: crisis política, desigualdad, pobreza y déficit fiscal.
Los recortes al gasto público, la reactivación económica, la reducción de impuestos y la venta de activos estatales resuenan de forma constante como las soluciones no solo al déficit fiscal sino prácticamente a todos los problemas del país. Es un reduccionismo económica que deja de lado otros temas con retos particulares: ambientales, de género y educativos, por mencionar algunos.
Hay otras, más cercanas a mi área de estudio en la ciencia política. Por ejemplo, la propuesta de Poder Ciudadano Ya de cambiar el sistema electoral a uno mixto proporcional pretendía, entre otros fines, contrarrestar los problemas de legitimidad política y otorgar a las personas votantes la capacidad de votar por candidaturas, no por listas. La insatisfacción política se veía como el núcleo de los problemas del país y, por ende, el desafío por afrontar.
Otra formula mágica deriva de la discusión sobre sistemas políticos alternativos al presidencialismo: parlamentarismo y semipresidencialismo (ignoro aquí propuestas antidemocráticas/inconstitucionales como el nombramiento de un superministro con un presidente ceremonial). Este ha sido un tema atractivo desde que Juan Linz denunciara los fallos del sistema presidencial, aunque la literatura ha avanzando en distintas direcciones, especialmente cuando deja de limitarse a la dicotomía presidencialismo vs. parlamentarismo y considera el contexto institucional, político y partidario de forma más amplia (e.g. no es lo mismo un parlamentarismo con circunscripciones uninominales a uno con plurinominales, o un presidencialismo con baja fragmentación partidaria frente a uno con alta).
La fórmula más reciente (y completa, pues conjuga lo político como procedimiento con lo fiscal como fin) es la Mesa de Diálogo Multisectorial, en su primera versión (no realizada), coordinada por el Programa Estado de la Nación y, en la segunda (finalizada), convocada por Casa Presidencial y facilitada por la politóloga Dra. Ilka Treminio y el economista Víctor Umaña.
Mi objetivo aquí no es valorar si cada una de estas soluciones es buena o mala. La evidencia es la que permite evaluarlas. Así, las siempre mencionadas bondades del recortes al gasto público y las consecuencias nocivas de los impuestos no están tan sólidamente establecidas como se aduce, nos recuerda mi amigo y colega Juan Manuel Muñoz.
Un sistema electoral mixto no resuelve la crisis de desconfianza política pues democracias con distintos sistemas electorales recurrentemente evidencian bajos niveles de confianza hacia el parlamento y los partidos políticos. Tampoco este rediseño garantiza el voto por candidaturas vs. listas, pues una una reciente investigación sobre sistemas electorales mixtos identifica la “contaminación” del voto, de las listas cerradas al voto individual. En otras palabras, muchas personas siguen votando como si solo existieran listas cerradas.
Es cierto que el parlamentarismo puede reducir la probabilidad de una caída autoritaria, según el sofisticado estudio de Adam Przeworski y sus colegas, pero ¿es esta una amenaza real en Costa Rica)? Y, aunque el sistema proporcional (como el vigente) se asocia con mayor gasto gubernamental y déficits, el presidencialismo se correlaciona con menos gasto y déficits más pequeños, como concluyen Persson y Tabellini en su riguroso análisis econométrico.
En cuanto a la Mesa de Diálogo, con los límites que puedan encontrársele, subrayo que esta produjo 58 acuerdos en un país que hace semanas parecía ingobernable, con bloqueos a lo largo del territorio y con figuras de opinión que -de formas más o menos sutiles- pedían la renuncia del presidente Carlos Alvarado. Su proceso y resultado tienen valor.
Podemos -e incluso debemos- ponderar las ventajas y limitaciones de las propuestas que se nos presentan. El error, o la ilusión motivada, es considerar cada una de ellas como la solución. La gestión gubernamental no se reduce a una ecuación matemática y, aunque quisiéramos modelarla como tal (i.e. teoría de juegos), encontraríamos supuestos lejanos de la realidad.
Tampoco creo que el mito de una fórmula mágica sea exclusivo de Costa Rica. La presidencia de Obama prometió una “sociedad posracial” que nunca llegó, por ejemplo. En varios países, el populismo y el ascenso de “líderes fuertes” presentan similares características teleológicas.
Mi conclusión es obvia: no hay una solución a todos los problemas políticos, económicos, sanitarios y sociales del país. No hay un anillo por destruir ni tampoco un deus ex machina (las águilas, para seguir con analogías tolkianas) que nos salvará. La política es un proceso permanente y endógeno de decisiones con costos y beneficios, con ganadores y perdedores.