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Political Science

Posición y habilidad

Es común leer en Twitter desafíos del tipo “¿Qué es algo que la gente comúnmente ignora o malinterpreta de su disciplina?” Pensando en esa pregunta, un fundamento de la ciencia política que me gustaría que se conociera y se supiera distinguir analíticamente es la diferencia entre posición y habilidad.

Aunque puede haber otras, la formulación clásica es de Donald Stokes (1963), en Spatial Models of Party Competition, entre temas de posición (position issues) y temas de valencia (valence issues). Intervención estatal en la economía vs. libre mercado, secularidad vs. religiosidad, “pro-choice” vs. “pro-life” son ejemplos típicos de posición: se puede imaginar un eje en el que las personas y los partidos ubican sus preferencias. Una simplificación de este eje es el popular izquierda-derecha que Bobbio resumió como un conflicto de igualdad. Por otro lado, los temas de valencia son aquellos en que la mayoría de las personas está de acuerdo: tener una buena economía, disminuir el desempleo, garantizar la seguridad del país. La competición partidaria en estos temas no se da por cuál posición es la correcta sino por cuál partido es más capaz o hábil para gestionar el tema (el análisis más actual y sofisticado en la materia lo ofrecen Green y Jennings [2017]).

Es cierto que la diferencia entre posición y valencia a veces no es clara. Aunque las personas estén de acuerdo en querer una mejor economía, pueden diferir en qué significa mejor. ¿Menos impuestos? ¿Más crecimiento? ¿Menor desigualdad? Garantizar la seguridad nacional, como tema de valencia, se asocia con un tema de posición en política exterior: intervencionismo (hawks) vs. pacifismo (doves). En tiempos de COVID-19, aunque la mayoría quisiera que los gobiernos contengan la pandemia (valencia), difieren en las medidas específicas y en la relación entre restricción sanitaria y apertura de la economía (posición).

¿A qué viene todo esto? Lo traigo porque en las discusiones públicas se falla en distinguir que ambos temas son ortogonales. Que un gobierno sea efectivo aprobando leyes no significa que este resultado sea el “mejor”. ¿Mejor para quién? Depende de la cercanía de la ley aprobada con la preferencia del público. El gobierno de Carlos Alvarado fue efectivo al aprobar una reforma tributaria cuando otros fracasaron. Pero esto es independiente de si la reforma es socialmente óptima (al menos habría que conocer la preferencia mediana).

Que un actor político cuente con altas credenciales académicas y profesionales tampoco implica que sea universalmente deseable porque obvia el tema de posición. Es competente, ¿pero competente para avanzar cuál agenda? Personalmente, aborrezco las posiciones de Trump y, por lo tanto, agradezco que sea incompetente en alcanzarlas. Difiero de Bob Woodward cuando le desea suerte en su gobierno (supongo que quiso ser educado). Si Trump fuera más competente (como Orbán en Hungría, por ejemplo), EEUU tendría políticas más nativistas, autoritarias y conservadoras, las cuales distan de mis preferencias políticas.

Habilidad no es posición. Hay políticos muy hábiles en generar resultados perjudiciales para la mayoría, mientras otros fracasan en alcanzar objetivos maximizadores de beneficios (una definición de estadista podría ser el/la líder político que sobresalga en ambos). Reconocer que los partidos y los actores los políticos se mueven en dos dimensiones, valencia y posición, permite entender mejor la política como realmente es y evaluarla como nos gustaría que fuera.