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Political Science Teaching

¿Qué lecturas asignar en cursos?

Decidir el programa de un curso es una tarea docente interesante y, a la vez, retadora. Objetivos, metodología, evaluación, cronograma, bibliografía… En el -muchas veces- estresante proceso de elaboración, hay un elemento que, sin embargo, disfruto pensar y decidir: las lecturas.

Estos son algunos elementos en los que me baso para escoger la bibliografía de los cursos que imparto:

  • Acceso: Nada más tedioso que leer un texto escaneado y el proceso previo de escanear (¡y que cuiden los libros!). Por mucho, para estudiantes y docentes, es más práctico incluir textos disponibles digitalmente, fácilmente descargables como PDF desde un repositorio en línea. Esto tiene una implicación: se tenderá a incluir más artículos que libros o capítulos de libros. En ocasiones, no hay de otra: va escaneado, sobre todo pensando en textos viejos, pero importantes.
  • Clásicos vs. investigación actualizada: Este es un debate interesante porque hay textos pioneros (sobre todo, libros) que marcan el inicio de una agenda. Pero, hay que admitirlo, algunos clásicos en ciencia política son aburridos. Lipset y Rokkan (1967) es un capítulo denso y extenso. Los Partidos Políticos de Duverger es más disfrutable, pero ¿es necesario leer un capítulo completo de 73 páginas para familiarizarse con las dos “leyes” de Duverger? ¿No resulta más práctico leer el artículo de Clark y Golder (2006) que actualiza las tendencias de Duverger a la luz de nuevos datos y con herramientas estadísticas sofisticadas? El dilema se complica tomando en cuenta que las investigaciones más recientes -como el paper de Clark y Golder- usualmente se publican en inglés… y así paso al siguiente punto.
  • Idioma: El inglés es la lengua franca de la ciencia, lo cual plantea un reto adicional para quienes vivimos en países no angloparlantes. Las traducciones de libros son comunes; las de papers no. En el grado en que enseño (Bachillerato y Licenciatura en Ciencias Políticas) se nos pide incluir la mayoría de la bibliografía en español y es justo porque (a) no hay un requisito de inglés y (b) los niveles de esta lengua son dispares entre estudiantes. La consecuencia es cierto nivel de rezago en el estado del conocimiento (las traducciones toman tiempo) o simplemente vacíos (no todo se traduce y, por lo tanto, no todo se lee). Por supuesto que en posgrados (maestría o doctorado) el inglés es esencial porque se espera una producción académica de punta. Para el grado he encontrado dos opciones útiles. Una es utilizar artículos en español que reseñan intensivamente la literatura en inglés (como este artículo de Juan Manuel Muñoz-Portillo sobre populismo). La otra es que, en contadas ocasiones, se publican traducciones de artículos científicos que conviene aprovechar (por ejemplo: Blais 2006/2008, Lijphart 1990/1990, Samuels 2008/2011). Esto no busca desmeritar las publicaciones en español. El asunto es que, en ciencia política, cada vez es más común que investigadores(as) no anglosajones(as) publiquen en inglés.
  • Mujeres: En ciencia política la brecha de género, desfavorable para las mujeres, se evidencia en libros, capítulos de libros, artículos y citaciones. Por lo tanto, es imperativo visibilizar a las mujeres en las bibliografías de cursos. Es importante también, por más que APA diga lo contrario, incluir nombres y no solo iniciales para visibilizar los patrones de género.
  • Lecturas interesantes: Esta lista no está ordenada por prioridad; si lo estuviera, este punto merecería subir de posición. La lógica es simple pero relevante: si una lectura es aburrida para uno como docente, posiblemente lo sea aún más para el estudiantado. Claro que uno tiene gustos particulares y de gustibus non est disputandum. Entonces hay que preguntarse: ¿Es el argumento relevante, o sea, dice algo de la realidad política de nuestros tiempos? ¿Es el texto amigable? ¿Está bien escrito? ¿Cuánta estadística incluye? (Un texto abundante en modelos de regresión es fascinante para mí, pero desafiante para estudiantes con menor entrenamiento en estadística.) O sea, hay que preguntarse no solo si uno lo disfruta sino si al estudiantado le gustará también (dar un curso de forma repetida tiene una ventaja obvia).

Estas son las consideraciones que tomo para asignar lecturas en cursos. El resultado final es un balance de los distintos elementos. Según estos criterios, una bibliografía “ideal” es accesible digitalmente, balanceada entre clásicos y textos recientes, con buena presencia de mujeres y con lecturas entretenidas y relevantes. Cuadrar este conjunto no es fácil, pero el resultado es más satisfactorio.